martes, 17 de julio de 2007

2ª PARTE

2º PARTE


En fecha 24/03/0012 continuación comparecencia


(Se transcribe):

" Bueno por dónde íbamos? ...Así.. Mientras mi mujer era operada de las graves heridas que tenía en el cuello llamé por teléfono a mi casa y hablé con mi hijo Enrique. Hice lo que pude para tragarme las lágrimas, le dije que fuese con su hermana a la casa de mis padres, que su madre y yo habíamos tenido un accidente que no fuesen al colegio esa mañana.



Mi hijo Enrique tenía quince años en aquel momento, no estaba muy unido a él por culpa de su rebeldía adolescente y mi poca paciencia. Es curioso, pero todo lo que pasó, todo lo que juntos tuvimos que sufrir, nos uniera de aquella manera. Estoy convencido de que si pude sobrevivir a esta locura, si pude sacar fuerzas de flaqueza en los momentos más crudos, fue gracias a Enrique y su hermana Elena por supuesto.


(Funcionario): Por favor cíñase a los hechos, gracias.

Entiendo, mientras esperaba en la puerta del quirófano el resultado de la operación de mi mujer, vi llegar policías nacionales y locales. En poco tiempo, llegaron más de veinte coches patrulla, las cosas se pusieron muy feas en la segunda planta.



Se escuchaban los gritos y los golpes desde la planta baja. Vi bajar a varios policías con un enfermo inmovilizado, tenía las esposas puestas y los agentes utilizaban sus porras para inmovilizarle la cabeza y así intentar evitar que les mordiese. Nadie entendía lo que estaba sucediendo, el estupor se reflejaba en los rostros de policías, médicos y demás pacientes del hospital. Después de mucho batallar consiguieron reducir a todos los infectados. Pero casi todos los que intervinieron resultaron heridos por mordiscos.



El médico salió con lágrimas en los ojos del quirófano. Nunca había visto a un doctor tan afectado, en principio pensé que era lógico puesto que al fin y al cabo mi mujer era compañera suya. Luego comprendí que había algo más, aquel hombre había visto algo allí dentro que escapaba a sus conocimientos médicos. Aquel pobre hombre pudo ver como mi mujer se moría entre convulsiones y hemorragias masivas, un espeluznante espectáculo del que desgraciadamente todos los supervivientes, posteriormente, hemos sido testigos antes o después.



Mientras el doctor me consolaba como podía en la puerta del quirófano, un grito de horror salió del mismo. Ambos entramos precipitadamente y bueno lo que vi .... Lo que presencié en aquel momento en el que mi cerebro aún no estaba acostumbrado a aquel horror, me marcó para siempre.


Mi mujer, recién fallecida, estaba de rodillas en el suelo, al lado de la mesa de operaciones. Incorporada encima de una enfermera, la cual, tumbada en el suelo boca arriba agitaba sus brazos y piernas con desesperación, intentando zafarse de Rosa. Por una milésima de segundo pensé que de alguna extraña manera mi mujer no había muerto y le estaba haciendo el boca a boca a esa enfermera. Sé que es absurdo, pero...... ¿qué otra cosa lógica podía estar sucediendo?.


Cuando me acerqué descubrí lo que realmente ocurría. Mi mujer se estaba comiendo la cara de la enfermera. Masticaba sus labios, sus ojos, su nariz con voracidad, totalmente bañadas ambas en sangre. Aquella imagen vuelve a mi mente cada noche. Si no hubiese sido por mis hijos en aquel preciso instante yo habría perdido la razón.



Me quedé petrificado, no pude reaccionar. Por un segundo me miró y fue entonces cuando comprendí que aquella ya no era mi mujer. Aquello ya no era mi mujer, en ese momento no podía saber que estaba pasando, pero comprendí que las cosas ya no volverían a ser nunca más como hasta entonces.



Fue el médico el que se acercó para separar a Rosa de su víctima. Al verlo, Rosa se giró y saltó como un gato sobre el médico arrancándole varios dedos de la mano de un mordisco. Dos celadores entraron inmediatamente y entre los tres, la inmovilizaron con correas a la mesa de operaciones. Yo no pude moverme, me quedé apoyado contra una pared atónito, viendo aquello en lo que se había convertido mi esposa. Viendo su mirada perdida, viendo como masticaba ávida los jirones de carne, mientras la sangre caía en cascada por su cuello y pecho. Viendo como lanzaba dentelladas al vacío intentando alcanzar a los celadores. No fui capaz de articular palabra, no intenté siquiera razonar con ella ...... algo dentro de mi entendió en ese momento lo que estaba sucediendo.



Me senté en la sala de espera durante horas intentando asimilar lo que había visto. No reaccioné, no llamé a nadie, no hablé con nadie, simplemente estuve allí sentado horas. Con la mirada fija en el vacío y una banda sonora de gritos, de sirenas, de lamentos y de gemidos. El médico se sentó a mi lado con su mano vendada y un torniquete en el bíceps. Dijo algo pero no le escuché, no le miré, es posible que me hablase de un plan epidemiológico y de otros casos en otros hospitales, pero no le presté la más mínima atención. Mi mente intentaba procesar las últimas horas de visita al averno.



Aquella fue durante años la última ocasión en la que me permití ser débil, en la que permití que los hechos me superasen. En aquella silla se quedó sentado para siempre el concejal de deportes de una pequeña ciudad y el superviviente se puso en pie con dos ideas claras. La primera de ellas era que esta situación no había hecho más que comenzar. La segunda era que tenía que poner a salvo a mis hijos...


(funcionario) Esta bien señor 95.628 por hoy hemos finalizado

Conste y certifico.

En Tenerife 24/03/0012

1 comentario:

Alex Gomez dijo...

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